Niño limpiabotas entrenando a su perro mediante golpes e intimidación. Óleo pintado en Nueva York en 1892 por John George Brown (1831-1913)
La idílica armonía que pintó Brown en multitud de retratos infantiles de 'limpiabotas con su perro' solía pasar por alto de manera bastante habitual
una de las características primordiales en la mayoría de cachorros humanos, independientemente de época o ubicación geográfica: La crueldad.
Cuando vives humillado limpiando zapatos a gente con más dinero y poder que tú, es una tentación dominar a otro más débil y sacarle beneficio.
En este caso el pintor, aunque adoraba a los niños, se pone de parte del pequeño perro, luminoso centro de la obra con el rabo entre las piernas.
Pintar la realidad sin maquillaje supone romper la regla básica en todo artista que desee vender mucho y tener éxito: No incomodar a la clientela.
Es por eso que en Brown, como en otros autores de la época victoriana y más aún en Estados Unidos, hay escasas muestras de esa vertiente.
La idílica armonía que pintó Brown en multitud de retratos infantiles de 'limpiabotas con su perro' solía pasar por alto de manera bastante habitual
una de las características primordiales en la mayoría de cachorros humanos, independientemente de época o ubicación geográfica: La crueldad.
Cuando vives humillado limpiando zapatos a gente con más dinero y poder que tú, es una tentación dominar a otro más débil y sacarle beneficio.
En este caso el pintor, aunque adoraba a los niños, se pone de parte del pequeño perro, luminoso centro de la obra con el rabo entre las piernas.
Pintar la realidad sin maquillaje supone romper la regla básica en todo artista que desee vender mucho y tener éxito: No incomodar a la clientela.
Es por eso que en Brown, como en otros autores de la época victoriana y más aún en Estados Unidos, hay escasas muestras de esa vertiente.